American Fiction


Un escritor afroamericano atraviesa por una crisis. A pesar de ser buenos, sus libros se venden poco o son rechazados por los editores por no ser lo que se espera de un «escritor negro». Cansado de los estereotipos y la corrección política, discute con una de sus estudiantes y termina siendo suspendido de la escuela donde imparte clases. A esto se suman complicaciones familiares y económicas: su hermana fallece, su hermano se declara gay y su madre es diagnosticada con Alzheimer lo que exige de mayores cuidados y más gastos.

En un intento por liberar su frustración, escribe una novela repleta de los clichés literarios que se esperan de un escritor negro: tramas melodramáticas, padres holgazanes, violencia de pandillas, drogas, etc. En vez de firmarla con su nombre, utiliza un seudónimo. Con incredulidad, su agente lo envía a los editores pensando que será rechazado, pero para sorpresa de ambos el escrito le encanta a una editorial y esta les ofrece una buena suma de dinero; aunque las cosas están a punto de salirse de control. Le dicen a la editorial que el autor es un convicto fugitivo. Además, en un intento del escritor por desalentar la publicación de su novela, exigen como condición hacer un cambio de nombre, solicitando que lleve por título «Coger» (Fuck). Increíble e inesperadamente los ejecutivos aceptan todas las condiciones. Por si fuera poco, les revelan que un productor quiere llevar la historia al cine donde hay de por medio otra jugosa cantidad de dinero.

Incapaces de frenar el engaño, el plan continúa y el libro se vuelve un éxito comercial. Se revela que el caso ha atraído también la atención del FBI y que intentan ubicar al supuesto convicto. Pocos meses después y sin saber que se trata de la misma persona, el escritor es invitado como juez por una asociación para determinar la entrega de un premio literario y como puede esperarse entre las novelas nominadas se encuentra su propio libro. El escritor desacredita la novela, sin embargo, el resto de los jueces – en su mayoría blancos – elogian la obra afirmando que es un «impulso a la diversidad» y, al ser mayoría, terminan otorgándole el premio.

Durante la noche de premiación, cuando se otorga el premio a la novela, el escritor – que se encuentra presente en calidad de juez – se pone de pie y sube al escenario para confesar toda la verdad. En ese momento se corta la escena y se nos revela que toda la historia es en realidad el guion de la película que plantea grabarse y que el escritor le está narrando al productor. El escritor le plantea un final, pero el productor lo rechaza por ser demasiado rosa. Entonces el escritor le sugiere que, en la escena de la premiación, entren los policías que están en busca del convicto y que, al ver al escritor en el escenario, lo confundan y se vean obligados a dispararle fatalmente. Al productor le encanta ese final y lo aprueba de inmediato.

El escritor sale de los estudios donde se está grabando otra película sobre explotación de negros. Sube al carro de su hermano que lo está esperando y mientras arrancan, se despide instintivamente desde la ventanilla de un actor negro que porta un vestuario de esclavo mientras que este otro le responde el saludo.


La revelación final de la trama puede o no sorprender al espectador. Durante todo el filme, donde vemos el día a día del escritor, la historia está llena de estereotipos negros, de todo aquello de lo que el escritor reniega y de lo que intenta escapar. ¿Cuántas veces no intentamos hacer lo mismo nosotros? Renegar de nuestros orígenes, desmarcarnos. Pero como dice el dicho, a veces es imposible «negar la cruz de nuestra parroquia», «sacar el código postal», o como aquella frase de «Podrás salir del barrio, pero el barrio nunca saldrá de ti». Es en la distancia, en el exilio, donde muchos logran dimensionar sus raíces, lo bueno y lo malo, y darse la oportunidad de valorarlas, añorarlas, expresarlas con cierto orgullo.

La obra es una ácida crítica a la realidad, con justa ironía proclama en su título ser una ficción. La realidad la ha superado con creces. La corrección política ha llegado a niveles tan absurdos donde incluso son otros los que vienen a decirle a los oprimidos, discriminados y desfavorecidos cómo deben sentirse y por qué. Y entonces terminamos por perpetuar los mismos estereotipos que queremos acabar.

Hace unos días, circulaba un video donde una mujer en lágrimas decía que era la última vez que asistía a la marcha del Día Internacional de la Mujer. Se le había ocurrido asistir con su esposo, que estaba ahí presente como simple acompañante respetuoso. Varias de las asistentes despotricaron contra el esposo acusándolo de ser un «opresor». Ese día, al menos perdieron una aliada. Algo parecido suele suceder en la llamada comunidad LGBTTTIQ+ donde parece que se firma un contrato en el que estás o no estás. Estar parece implicar renunciar a tu derecho a disentir sobre algunos temas. Si bien debe reconocerse la necesidad e importancia histórica que estos grupos han significado, no debería dejarse de lado que el objetivo final no es la segregación o una lucha de dos bandos enemistados, sino más bien la integración, la tolerancia y el respeto, a pesar de las diferencias.

Al terminar la película experimento una sensación similar a cuando uno ve Inception o Matrix. Se nos presentan capas o niveles de ficción y conforme subimos es inevitable pensar si nuestro mundo no es parte de ellas. ¿Es el filme de American Fiction el producto final que nos cuenta la trama y somos nosotros los espectadores que aplaudimos encantados por estar inmersos en ese mismo sistema? Parece muy probable que sí. Por si fuera poco, la única estatuilla que se llevó este filme el pasado 10 de marzo en la entrega de los premios Oscar fue la del Mejor Guion Adaptado.

La metáfora final es poderosa. El escritor, ya despojado de sus principios e ideales, con resignación se entrega al sistema contra el que luchaba. Saluda al esclavo negro con familiaridad porque no ve en él otra cosa más que un reflejo de sí mismo.


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